
Taichi, taoismo, artes marciales, rollo zen y tócame el pie. Buscar para no encontrar, cuerpo, mente, espíritu y cuentos moralistas con filosofía vital. Algo de Kung Fu y el Tíbet en el horizonte con verduras para vegetarianos.
Encontrarse a sí mismo. Grandes objetivos vitales, grandiosas palabras. Rechazan la religión de toda la vida para agarrarse a las otras. Las de búscate por dentro, o en la Naturaleza. En el equilibrio de las cosas o de su puta madre. Puede ser una salida. Puede. O puede ser la misma encerrona de siempre. Llevamos buscando respuestas grandiosas a los grandes misterios de la vida desde hace años. Y seguimos, y siguen. A un lado o al otro.
Yo debo ser un poco más tonto, o menos inteligente, no sé. Todo eso me lo pregunté hace ya mucho. Y la respuesta es: nada, vacío. Así que desde entonces sólo intento que sean las pequeñas cosas las que me ayuden. Ese viento de primavera. Ese sol delicioso. Ese mar cristalino. Acariciarte todos los días. Besarte a todas horas. Escuchar y regalarte canciones. Leer libros. Pasear por las calles. Abrazar a los amigos. Visitar a la familia.
Las religiones me la traen floja. Sea con el Yin Yan o con el amaos unos a otros. Me gusta más Vila-Matas que Coelho. Las canciones orientales de los Beatles me aburren. Y si algo me duele, me duele. Ya está. Podría ir a las montañas, acercarme a la Naturaleza y bañarme en un río. Pero me seguiría doliendo igual. Podría leer libros de pseudoayuda, pero me seguiría doliendo igual.
Soy un tío normal. Y no sé si puedo conectar mucho, mucho. Pero te quiero. Y a ratos sigo teniendo miedo. El miedo más terrible. El miedo a mí mismo.
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