7 feb 2008

San Juan de la Cruz

Comenzó a escalar y llegó a un lugar alto, desde donde se divisaba la llanura donde había pasado los últimos años. Hacía frío, se sentía solo. Todos le daban la enhorabuena por haber logrado llegar hasta allí y eso le hacía sentir aún más solo. El camino seguía empinado. Aún quedaba mucho y ya estaba exhausto.

Echaba de menos el calor de su hogar. Llevaba semanas sin sonreír, cada vez más huraño. Miraba la llanura y le apetecía volver. En realidad, no sabía bien por qué estaba escalando. Todo el mundo que era escogido para ello lo hacía en su pueblo. Llegado ese momento, nadie lo rechazaba -eran muy pocos los presuntos afortunados-. Todos intentaban escalar la montaña.

Pero a él le importaba un comino aquello. Puede que el hogar le hubiera vuelto una persona acomodada, pero prefería leer libros o viajar a otros lugares que requirieran menos sacrificios y dieran más satisfacciones. Lugares donde no se quedara sin aire. Entonces, se paró, miró la llanura de nuevo, tiró su equipo y comenzó a bajar. Se seguía sintiendo solo, pero al menos ya no se dejaba arrastrar por la corriente.

2 comentarios:

Patxi dijo...

... y aunque nadie dijo que el camino fuera fácil, por lo menos era su camino.

Me ha gustado especialmente lo de que "todos le daban la enhorabuena por haber logrado llegar hasta allí y eso le hacía sentir aún más solo". Como diría un gran amigo mío: ¡qué real!.

Anαβ dijo...

me sumo a Patxi, como la vida pispa.

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