24 may 2007

Star Wars




Llevaba dos semanas luchando contra las fuerzas del Imperio. Casi sin dormir, sin alimentarme, abatía a los cazas. Cansado, desplegaba la espada láser. A mi alrededor veía caer a mis enemigos, pero aparecían más y más. Son interminables sus tropas.

Cuando ya casi no podía aguantar en pie, me alcanzó la más temible y peligrosas de las armas: el fuego amigo. La munición de mi más querido compañero atravesó mi pecho. Confundido por el fragor de la batalla o seducido por nuestros enemigos -quién sabe-, acabó por perforar mi debilitada armadura espacial.

Esta herida es la más grave de cuantas he tenido jamás. Emponzoñada, amenaza con extender su mal por todo mi ser. Mi compañero, arrepentido y abatido por el sentimiento de culpa, no me quiere dejar solo y pasa horas y horas junto a mi lecho.

Hemos consultado a un viejo hechicero de Tatooine. La cura para mi enfermedad se puede encontrar en la ciudad más importante de la República, la antiguamente conocida como New Amsterdam. Allí, en ese lugar de montañas de metal, crece un antídoto que podría servir.

Ahora rezamos para encontrarlo y para que no quede ninguna cicatriz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que grande eres. May the force be with you, my friend.

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